CÓMO CONVERTIR A NUESTRO HIJO EN UN NEURÓTICO (1ª PARTE)
Es muy probable que la mayoría
de los padres no necesitemos instrucciones para convertir a nuestros hijos en neuróticos.
Sabemos hacerlo inconscientemente. Los padres conseguimos que nuestros hijos
sean neuróticos sin más esfuerzo que el de actuar sin preguntarnos el por qué,
para no tener que modificar nada internamente; es decir, partimos de la base de
que yo soy el padre y tengo razón y tú eres el hijo y no la tienes.
Nos suele venir muy bien
para hacer de nuestros hijos unos neuróticos el estado actual de la sociedad en
la que vivimos, ya que así podemos culpabilizar a otros de nuestros propios
errores. Unos echamos la culpa al sistema educativo, otros al sistema de salud pública,
otros al capitalismo y la competitividad exacerbada, otros a la política, otros
a la contaminación (ambiental, alimentaria,…) y al cambio climático… Y como
realmente todo lo que acabo de nombrar es cierto, pensaremos en cómo solventarlo
para ayudar a nuestros hijos sin darnos cuenta de que el mayor peligro al que están
sometidos nuestros hijos es a nosotros mismos. Esto es lo que hace que vivamos
en una sociedad neurótica, ya que los padres neuróticos transmitimos nuestra
neurosis a nuestros hijos y estos a su vez la transmitirán a los suyos. La
única manera de romper la cadena de transmisión de la neurosis es examinando
nuestras propias neuras.
Desde pequeños, la mayoría
de nosotros hemos estado desamparados, hemos sido humillados, rechazados, zarandeados,
incomprendidos, engañados, maltratados, manipulados, castigados y golpeados.
Esto nos produjo en su día rabia, ira y dolor, emociones que no se nos permitió
manifestar. Por eso hemos olvidado emocionalmente todos los agravios que se
hicieron sobre nosotros en nuestra infancia y hemos sucumbido a la compulsión a
la repetición, es decir, actuamos inconscientemente sobre nuestros hijos tal y
como hicieron sobre nosotros, y por lo tanto humillamos, rechazamos,
zarandeamos, no entendemos, engañamos, maltratamos, manipulamos, castigamos y
golpeamos a nuestros hijos tal y como se hizo sobre nosotros y ha eso le
llamamos educación. Los mensajes equivocados que damos a nuestros hijos con
nuestras actitudes hacia ellos se almacenan como información en sus cuerpos y
determinan su visión del mundo. El cuerpo posee la memoria completa de todo lo
que le ha ocurrido, en particular de las humillaciones padecidas. Cuando el
sistema cognitivo sostiene lo contrario de lo que está inequívocamente
almacenado en el cuerpo, la persona se halla en constante lucha consigo misma.
Los neurólogos han
descubierto que los niños traumatizados y gravemente desatendidos presentan
lesiones en las regiones cerebrales que controlan las emociones. Estas zonas
del cerebro son las que se ocupan también de la toma de decisiones positivas
para con uno mismo (véase “El error de Descartes” del neurólogo Antonio
Damasio). Así también, los traumas graves vividos durante la primera infancia
provocan el aumento de la hormona del estrés que destruye tanto neuronas existentes
como neuronas en próxima formación y sus conexiones.
Las neurosis se pueden
manifestar de muchas formas, tanto física como mentalmente. El ser humano es un
ser completo e integrado. No hay algo mental y algo físico que actúen por
separado. Cuerpo y mente son dos manifestaciones de una misma realidad. Como
dice el neurólogo Antonio Damasio “ese fue el error de Descartes, separar
cuerpo y alma”. Somos seres completos y la mente no tiene sentido sin el cuerpo
y viceversa. El cerebro está conectado con todo el cuerpo a través de dos vías:
el sistema nervioso, que llega a todas las partes del cuerpo, y el torrente sanguíneo
en donde se depositan sustancias y hormonas en función de las necesidades
globales del individuo. Por eso cualquier problema “mental” puede manifestarse
de forma física y viceversa. Esto pasa con las neurosis, que pueden tener
muchas manifestaciones: jaquecas, alergias, problemas de estómago o
respiratorio, soriasis, adicción al trabajo, a las drogas (legales, como los
medicamentos, o ilegales) a la comida, necesidad de ser aplaudido, no tolerar
la más mínima crítica, etc. Todas estas manifestaciones son satisfacciones
simbólicas o sustitutivas por no haber podido satisfacer las necesidades
reales.
Necesidades del ser humano
Todas las personas nacemos
con unas necesidades. El primer grupo de necesidades son las relacionadas con
la supervivencia emocional y física. Aquí está, por ejemplo, la necesidad de
ser alimentado, de mantenerse seco y caliente, de ser tenido en brazos y
acariciado, de seguridad ante los peligros activos y la necesidad de amor,
entendiendo amor como “ser aceptado incondicionalmente por las personas de las
cuales depende”. Hasta aquí más o menos está todo el mundo de acuerdo. Pero hay
otra necesidad, que no se ha tenido muy en cuenta hasta ahora pero que es de
vital importancia para un buen desarrollo integral (físico y mental) de la
persona. Es la necesidad de desarrollarse a su propio ritmo en un entorno con
estímulos. La neurología ha comprobado, por ejemplo, que la actividad
espontánea del niño dirigida desde su interior (es decir, no estimulada desde
fuera por adultos) con el mundo concreto produce una proteína necesaria para la
buena comunicación entre neuronas (la mielina).
Si algunas de estas
necesidades no son satisfechas durante cierto tiempo, el niño padecerá un
sufrimiento continuo. Primero intentará hacer todo lo posible para que sus
padres satisfagan todas estas necesidades. Si finalmente no consigue
satisfacerlas interrumpirá su sufrimiento desconectándose de su necesidad. En
ese momento creará necesidades no reales, sustitutorias para poder satisfacer
simbólicamente las necesidades que no ha podido satisfacer en la realidad. Por
ejemplo, un niño que llora para llamar a sus padres y estos no acuden (véase Estivill),
puede generar una enfermedad o un accidente para que acudan. Obviamente
inconscientemente. La enfermedad es la forma simbólica de satisfacer su
necesidad de proximidad a los padres. El niño insatisfecho aprende a cambiar sus
necesidades reales por otras simbólicas. Las necesidades reales no satisfechas
presionarán a nuestros hijos toda su vida. La única forma de curación es volver
a sentir emocionalmente (no intelectualmente) el inmenso dolor que nos provocó
en nuestra niñez la no satisfacción de nuestras necesidades reales.
Cisco
BIBLIOGRAFÍA
“El error de Descartes” de Antonio Damasio.
“En busca de Spinoza” de Antonio Damasio.
“La madurez de Eva” de Alice Miller
“El grito primal” de Arthur Janov.